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El equilibrio emocional y la salud

imagen de JillWellington en pixabay
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El equilibrio emocional y la salud

¿Cómo se relacionan? 

Hoy quiero escribir sobre la relación que existe entre el equilibrio emocional y la salud física. Si bien cada vez se habla más de esto, existen más estudios y expertos que se dedican a difundirlo, es cierto que todavía nos queda mucho por aprender y sobre todo, por interiorizar. 

Aunque es cierto que de palabra parece que cada vez tenemos más claro que hay que cuidarse emocionalmente para estar mejor físicamente, la realidad es que cuando trato con mis clientas, de manera bastante habitual lo que me transmiten es que saben que tienen que cuidarse emocionalmente, parar un poco, relajarse, tomar decisiones… pero como con toda esa carga “se puede sobrevivir” tiran (tiramos) para adelante sin pensar en las consecuencias que todo eso nos puede traer a nivel físico en nuestro organismo. 

Vamos a comenzar definiendo qué es la salud: Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedades.

Se que la vida que llevamos hoy en día nos hace ir corriendo de un sitio para otro, encargarnos de nuestro trabajo, la familia, la casa… independientemente de en qué porcentaje realicemos estas tareas, es muy habitual que vayamos con una mochila enorme a los hombros porque “nosotras podemos con todo”. Como decía antes, es cierto que con toda la carga emocional, el estrés, la ansiedad, el insomnio… nuestras constantes vitales siguen funcionando… respiramos… el corazón nos funciona, la sangre corre por nuestras venas… pero esto no significa que en nuestro cuerpo no estén pasando cosas… cosas que no apreciamos, o no apreciamos al principio… cosas  que se pueden instalar y terminamos asumiendo como “normales”, vivimos con ellas… pero que evidentemente están repercutiendo en nuestro cuerpo a nivel físico y pueden deteriorar poco o mucho nuestra salud. 

Centrándome en algo tan “habitual”, por desgracia, como el estrés o la ansiedad. ¿Qué es lo que pasa en nuestro cuerpo? Nosotros tenemos un mecanismo de defensa perfectamente organizado, es supervivencia y es necesario. El problema está que cuando el estrés y la ansiedad vienen por situaciones que no son de vida o muerte (como ocurre en la mayoría de los casos en nuestra sociedad actual) el cerebro no distingue y actúa como si tuviera que salvarnos de una situación real de peligro. Me explico… Si alguien viene a robarnos, nos ataca o nos va a pillar un coche… bien, el cerebro automáticamente empieza a fabricar adrenalina y cortisol para que corramos mucho más rápido y reaccionemos de una manera que no pensábamos que fuéramos capaces y así  salvarnos de esa situación… pero, si lo que nos pasa es que tenemos estrés por nuestro trabajo, el cuidado de nuestros hijos e hijas,  la pareja, nuestros padres o lo que sea que nos está pasando, nuestro cerebro lo entiende igual y fabrica adrenalina y cortisol como si tuviera que salvar nuestra vida. 

La adrenalina nos hace estar alerta y activas, nos predispone a actuar rápidamente a sacar el máximo rendimiento de nuestros músculos para movernos más rápido. Dilata las pupilas, los vasos sanguíneos, moviliza los glucógenos, aumenta el ritmo cardíaco, frena el movimiento de los intestinos y aumenta el ritmo de la respiración. El cortisol por su parte descarga azúcar en sangre para dar energía a los músculos. Además en estas situaciones también se suelen segregar la prolactina, hormonas sexuales y progesterona que pueden llegar a provocar alteraciones hormonales, falta de ovulación, falta de deseo sexual, impotencia o disfunción eréctil. 

Evidentemente el problema no es que esto pase de manera puntual pero los estados de estrés y ansiedad normalmente son acumulativos y provocan que el cerebro entienda que tiene que “lanzar” estas sustancias a nuestro organismo. 

Todo esto alargado en el tiempo puede llegar a provocar hipertensión, insomnio, dolor de cabeza, irritabilidad, nauseas, cambios de humor, temblores, bajo apetito, calambres, dolor muscular y un largo etc. A veces nos damos cuenta o a veces no le prestamos atención y a veces, como decía antes, se instala en nuestro cuerpo y aprendemos a vivir con ello. Pero todo esto, alargado en el tiempo puede hacer que nuestros órganos se vean afectados. 

Si bien en otro post hablaré sobre el equilibrio emocional, hoy quiero aprovechar este post para daros una buena noticia también y es que con algunos hábitos muy sencillos, nuestro cerebro también se encarga de fabricar las “hormonas de la felicidad” que no pueden coincidir en el tiempo con las del estrés o ansiedad lo que supone que si cuidamos estos hábitos, estaremos favoreciendo vivir más tiempo en la calma y bienestar y cuidando como consecuencia nuestra salud física. 

¿Cuáles son las “hormonas de la felicidad”?

La serotonina produce sentimientos de satisfacción y regula el estado de ánimo (importante saber que se fabrica en el cerebro y en el intestino, pero esto da para otro post). Aparece después de hacer deporte, actividad física, dormir bien, pasear por la naturaleza, estar un ratito al sol (evitad las horas del mediodía siempre que podáis) y también en la alimentación a través del triptófano principalmente en frutos secos, semillas, legumbres, patatas y huevos. 

Las endorfinas modulan el dolor, se dice que son la “morfina natural” y las segregamos al hacer deporte, tener relaciones sexuales, dar un abrazo, recibir un masaje, caricias, una ducha caliente o acariciar un animal por ejemplo. 

La oxitocina conocida como la hormona del amor se encarga de regular el estrés. Aparece cuando estamos con nuestra pareja o hijos e hijas, amistades, animales de compañía etc. 

Con todo esto nos damos cuenta de la importancia de cuidar nuestras emociones y aprender a gestionarlas para no caer o por lo menos reducir los cuadros de estrés y ansiedad.

Prestarnos atención, saber cuándo parar, escucharnos y hacernos caso es de gran importancia. Porque no… nosotras no podemos con todo, ni siquiera tenemos que poder con todo. 

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