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Porque tapar los síntomas NO es la solución

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Porque tapar los síntomas NO es la solución

He vivido muchos años de mi vida tapando cosas, poniendo parches mirando para otro lado. Hasta que un día por algún motivo te miras hacia dentro y dices… “A ver… esto me lo tengo que mirar”, porque no, tapar los síntomas NUNCA es la solución.

Y cuando hablo de tapar los síntomas me refiero a cualquier cosa, tanto a algo físico, como a algo emocional (siempre recalco lo mismo, 😊 cuidarse física y emocionalmente).

Porque vamos a ver, si me duele la cabeza me tomo un paracetamol, si estoy constipada me tomo un sobrecito de algo, si tengo dolores de regla me tomo un ibuprofeno, si tengo ansiedad un ansiolítico, si tengo mal el estómago me tomo un protector de estómago cada día antes de las comidas… ¿te sientes identificada con alguna de estas afirmaciones? Porque así podemos seguir hasta el infinito, porque para cada “si tengo lo que sea” hay un “lo que sea” que nos lo soluciona. Y así de maravillosa es la medicina y así de útil en muchos momentos, seguro.

Pero ahora bien, por qué nos pasan todas estas cosas, dónde está el foco del problema, por qué sufro tantos dolores de cabeza, o tantos problemas intestinales, o me duele tanto la regla o estoy tan cansada o tengo ansiedad o lo que sea que te pasa… ¿por qué? ¿Te lo has preguntado alguna vez?

No siempre es fácil encontrar el foco del problema, y no siempre o más bien, casi nunca es divertido!

Pero cuando lo encuentras, cuando te enfrentas a él, cuando atraviesas tus miedos, cambias tus costumbres, tus hábitos, aunque sea incómodo… y de repente ese “problema” o más bien ese “síntoma” que tenías de manera constante o habitual desaparece y ya no tienes que lanzarte a esas soluciones mágicas pero poco duraderas tan a menudo, entonces dices, “ostras” (perdonadme la expresión) el viaje ha merecido la pena!

Porque, ¿a dónde vamos tapando síntomas todo el día? Cada vez van a ser más fuertes, porque nuestro cuerpo habla y si no le hacemos caso, habla con más fuerza, llama nuestra atención hasta que decimos, “vale… te escucho y voy a ver qué necesitas”. Cuanto antes le escuchemos, menor será el problema.

¿Y cómo busco el origen?

Pues realmente no es sencillo, pero yo creo que ser consciente de que tienes que buscarlo es el primer paso para empezar a ver señales. A veces es una mala alimentación, y aquí no hablo de que estés comiendo pizza y burgers todo el día! pero según qué alimentos te pueden sentar bien o mal. A veces es un cansancio acumulado, a veces es un exceso de estrés, a veces es la vida sedentaria, a veces es un enfado constante, a veces es un sistema inmunológico debilitado, a veces son los productos que utilizamos en la piel (te recuero, el órgano más grande de nuestro cuerpo, puedes ver el post anterior), a veces son emociones que no sacamos.

Los motivos pueden ser tan infinitos como los síntomas y buscarlos, encontrarlos dentro de ti y ver qué puedes cambiar en tu vida para que desaparezcan es un trabajo duro muchas veces y que solo puedes hacer tú misma. A veces con ayuda, por supuesto.

Bendita ayuda que nos ayuda!

Y todo esto es el motivo por el que en el momento en el que conocí las terapias naturales, alternativas, raras, místicas o como queramos llamarlas… me enamoraron. Porque sí, yo soy muy terrenal, Pisando la tierra se llama este proyecto, pero también soy amante de estas terapias, y creo que no son para nada incompatibles con las otras, y defenderlas no es atacar lo que se sale de ellas.

¿Qué pasa con las terapias naturales? ¿Por qué me enamoraron?

Porque trabajan acompañando a nuestro cuerpo, porque actúan sobre el foco directamente, porque no tapan algo para que al no sentirlo, pensemos que no existe. Y repito, si hacemos esto, si tapamos los síntomas, nos pueden explotar en la cara!

La terapias naturales, como la Reflexología podal que tanto amo, pero tantas otras que existen y que funcionan tan bien… colaboran con nuestro cuerpo, le ayudan a solventar lo que sea que nos pasa, ya sea físico o emocional. Trabajan desde el fondo del problema, te acompañan y te ayudan a solventarlo.

¿Y cual es la pega? Bueno, pues desde mi experiencia diría que lo que menos gusta de estas terapias es su ritmo. En una sociedad en la que lo tenemos todo ya! Y en la que podemos quitarnos un dolor de cabeza en cuestión de minutos tomándonos una pastilla… por qué vamos a invertir tiempo y dinero en algo que va a tardar mucho más!

Y aquí es a donde me gustaría llegar como reflexión de este post.

Sí, son terapias más lentas ¿por qué? Si has leído hasta aquí, te puedes imaginar una respuesta ¿verdad? No te van a tapar un síntoma, van a ayudar a tu cuerpo a superar el origen del problema y eso… inevitablemente lleva más tiempo.

A partir de aquí, está en cada una de vosotras decidir cómo os enfrentáis a todas esas molestias, situaciones de estrés o emociones.

Eso sí! Tener en cuenta todo esto es importante, pero la vida no es lineal, llevar una tendencia es el camino, pero saltársela de vez en cuando es necesario!

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